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Por: Magela Sandín Cuevas

Escalar es una actividad innata en el ser humano. Desde que nuestros ancestros escalaban por el alimento o debían huir para conservar la vida, hasta la transformación de esa capacidad por supervivencia en un deporte o en una actividad realizada por placer. Pero cuando esa praxia compleja puede ser un beneficio para favorecer el desarrollo psicomotor y el desarrollo personal, para desafiarnos, para trabajar nuestras frustraciones, los miedos, cuando se transforma en un verdadero mediador psicocorporal nos llama aún más la atención: La escalada como mediación desde la psicomotricidad es lo que nos convoca.

Entendemos la mediación terapéutica como:

«…una proposición de encuentro alrededor de un objeto de investimiento compartible y compartido. La misma se define como: un lugar, un momento, una persona que la presenta (terapeuta), una actividad (el objeto de interés). Es, para tomar los términos de Winnicott, una zona transicional intermediaria entre sí mismo y el otro, una zona exploratoria de creación común, en la que los objetivos tenderán hacia la representación simbólica de las emociones.» (Potel, C.)

El soporte de la mediación permite que las personas con quiénes trabajamos, puedan lograr a través de lo sensorio motriz, otros estados de representación emocional y cognitiva, que les posibilite trabajar en diferentes planos psíquicos, de representación y cognición de sí mismas.

La psicomotricidad como disciplina tiene objetivos y metas en cuanto al desarrollo, ya sea a modo de prevención, educación o terapia. Trabajamos de diversos modos, con una base que lo sostiene, tanto teórica como práctica, con un espacio particular, determinados objetos, acciones, encuadres. Que podrá variar en cierto margen de acuerdo al bagaje de cada terapeuta, de las disciplinas que combine, de su impronta. Se ha trabajado desde la psicomotricidad con algunas herramientas y soportes como la música, deportes, artes marciales, danza con telas, artes plásticas, a través del agua, con títeres, narrativa, etc.

La mirada psicomotriz es singular permitiendo que el apoyo en un mediador determinado o herramienta contribuya y enriquezca el abordaje. Es una mirada con una perspectiva frente a la ayuda desde la escucha, la empatía, el posicionamiento hacia la búsqueda de la forma más propicia para cada singularidad. Una mirada que es global sobre el cuerpo y sus síntomas, que contribuye a la vivencia de la unidad somatopsíquica por parte de las personas. Con un itinerario de desarrollo personal en el que se privilegia el lugar del cuerpo, el movimiento y la acción como dinamizadores de nuevos estados emocionales y del pensamiento. 

A partir del 2018 comencé a pensar y elaborar el proyecto de convertir a la escalada en un óptimo mediador psicocorporal para trabajar desde la psicomotricidad. Realicé algunas actividades puntuales para empezar a desarrollarlo, primero con algunos niños con desafíos en el desarrollo, principalmente transtornos del espectro autista (TEA) trabajando con dicha herramienta como mediación terapéutica; y también con niñes con un desarrollo acorde, dada la demanda. Se ha presentado la oportunidad de trabajar puntualmente con la díada madre-hije y padre-hije, siendo muy enriquecedor para ambas partes.

Desde el 2020 vengo desarrollando esta práctica con una población estable y otra parte de niñes y adolescentes que lo han realizado durante un período. Con la población que presenta un desarrollo acorde trabajo en primera instancia, desde lo deportivo, recreativo y educativo, con el acercamiento al deporte desde una mirada más amplia, haciendo foco en su desarrollo, etapa de vida, potencialidades y factores de riesgo, autoimagen, auto-valoración, capacidad de tolerar la frustración, miedos, inseguridades, motivaciones, capacidad creadora, atención, etc.. El abordaje de la escalada será singular para cada persona, sus avances serán personales pudiendo constatar consigo misma, entender al deporte y entenderse en el proceso.

Con la población que presenta desafíos en el desarrollo (como TEA, hiperactividad, TDAH, ansiedad, impulsividad, déficit atencional, dislexia, TEL, inhibición psicomotriz, disgrafía, desajustes tónico posturales, etc.) el trabajo es personalizado, buscando un itinerario de desarrollo personal que enfatice el lugar del cuerpo (movimiento, sensorio-motricidad, tono muscular, emoción, representación, pensamiento). Itinerario entendido como el desarrollo de bases madurativas sólidas para que niñes realicen un recorrido, el proceso que va del ‘placer de la acción al placer del pensamiento’. La escalada permite trabajar dicho itinerario ya que no es un deporte solamente físico, sino también muy mental, que nos va permitiendo adentrarnos en su mundo, movernos con todo el cuerpo, manejar las tensiones musculares, aprender a interpretar las técnicas de posicionamiento corporal, uso de manos, pies y dedos, las distintas prensiones; aprender a leer las rutas y anticipar mentalmente qué movimientos debemos hacer para acercarnos a nuestro objetivo; aprender a lidiar con el miedo, identificarlo, observarlo, entenderlo y quitarle peso; mejorar nuestra respiración y concentración para obtener los resultados que buscamos; aprender a disfrutar de la adrenalina que implica conquistar la verticalidad, que nos desafía pese a las frustraciones transitadas; desarrollar nuestra creatividad para resolver los problemas que presenta la ruta, verdaderos ‘puzzles’ que debemos resolver con todo nuestro cuerpo en movimiento, coordinación y equilibrio, y para los cuales necesitamos explorar nuestra creatividad al máximo.

La escalada permite trabajar en profundidad un montón de factores que nos hacen sentirnos mejor y realizadas como personas, a su vez nos permite conocernos y entendernos, conocer nuestro cuerpo y nuestras reacciones, anticipar, planificar y accionar de modos más eficientes.

Cada niñe y adolescente tiene un objetivo personal en la escalada durante las sesiones/talleres, para el cuál trabajará con paciencia y escucha activa de su cuerpo, tolerado las frustraciones del camino a lograrlo, jugando e interactuando con la verticalidad, aplicando los conocimientos conquistados, las técnicas afianzadas, respirando, sosteniendo la atención en cada movimiento, en el aquí y ahora de la acción, disfrutando del desafío, y de a poco, convirtiendo la frustración en un motivador para avanzar.

Todo esto que parece muy bello y poético se hace visible y posible en este trabajo con niñes y adolescentes, ya que la escalada parte de la frustración y desde ahí se sostiene. 

Los escaladores estamos gran parte del tiempo que lleva el proceso de escalar una ruta (encadenarla), o la consecución de un conjunto de movimientos para lograr realizar esa vía, frustrándonos, fracasando, re-intentando; si la frustración nos detiene no lograremos nuestro objetivo, por lo cuál aprendemos a trabajar con nuestras frustraciones y motivarnos desde ahí. Cuando logramos esa conquista, no tardaremos en encontrarnos un objetivo más desafiante, una ruta que aún no hayamos encadenado. Por lo cuál elegimos voluntariamente volver a frustrarnos, trabajar duro una y otra vez, escalar, «fracasar» y volver a intentar. La escalada es un transformador de frustración por excelencia.

A través de la escalada como mediador psicocorporal podemos establecer una relación entre la mirada atenta, que vamos construyendo como terapeutas, hacia la neuromotricidad y la expresividad motriz de cada persona, y las herramientas que la actividad en sí les brinda, para que se apropien de ello y se reconozcan a sí mismas en la acción; lo que las lleva a trabajar directamente en su maduración psicológica (entendida como el proceso por el cual niñes desarrollan representaciones mentales conscientes e inconscientes a partir de sus acciones, sus sensaciones y sus emociones. El proceso por el cual niñes transforman sus impulsos y acceden al mundo simbólico para canalizarlos y expresarlos).

«Experimentar con el cuerpo y sus posibilidades nos hace más flexibles no sólo físicamente, sino psíquica, cognitiva y emocionalmente.»

Ya es sabido todo lo que se puede mejorar a través de la escalada, la lista es interminable, desde la fuerza, la destreza, el equilibrio, coordinación, resistencia, flexibilidad, hasta la asertividad en la toma de decisiones, la seguridad en sí mismas, la tolerancia a la frustración, el manejo de los miedos, la cooperación, autoconfianza, la creatividad en la resolución de problemas, la propiocepción, la atención, la escucha, entre otros.

En este híbrido ‘escalada-psicomotricidad’ al que llamamos «Escalada Psicomotriz» investimos la escalada tomando prestado todos los recursos neuro-físicos, corporales y mentales que nos puede aportar, para abordarlos desde una mirada más psicomotora, es decir, desde la expresividad motriz, el itinerario de maduración, la capacidad creadora, la maduración psicológica y la neuromotricidad, como una unidad que es dinámica, así como el estilo de escalar de cada une; para brindarle a niñes y adolescentes una vivencia de sí enriquecedora, armónica, más global y orgánica, para que aprendan y se apropien de este deporte de un modo que sea bagaje estructural en sus vidas, que a medida que escalen les permita conocerse, saberse y construirse saludablemente, con complejidad, con profundidad psíquica, corporal, emocional y cognitiva.

Magela Sandin Cuevas
Lic. en Psicomotricidad
Pg. en Dificultades del Aprendizaje
Escaladora

Referencias bibliográficas:

Chokler, Myrtha. Acerca de la Práctica Psicomotriz de Bernard Aucouturier. Lima, Centauro Ediciones, 2015.
Mila, Juan. Psicomotricidad, intervenciones en el campo adulto: prevención, educación y terapia psicomotriz. Buenos Aires, Corpora Ediciones, 2018.
Potel, Catherine. El agua, una mediación terapéutica transicional. Revista de Psicomotricidad, 2015.